viernes, 2 de mayo de 2008

Historia conjunta 1

Andaban rápidamente, movidos por la voz imperiosa de su adicción. Frede y Jesús eran objetivo de toda clase de miradas, en el pueblo se les conocía, ahora mismo sabían a dónde iban y, algunos, incluso a qué iban. Habían sucedido varios altercados en los que se habían visto involucrados, ellos y sus vecinos. La policía los tenia fichados y los periodistas municipales habían difundido sus hazañas.

Por otro lado, es posible, que el motivo de las miradas no fuera sino, su vestimenta. Envueltos en sus chándales -término que en la actualidad no era conocido por los jóvenes- Luenvi y Rasán, con sus desgastadas gomas en los tobillos, las mangas y la cintura; y sus estampados absurdos y coloridos. También iban provistos de sus deportivas Kelme y J’Hayber por si necesitaban sudar la droga ingerida, inhalada o inyectada. Habían transcurrido unas dos décadas desde los 90 y ello se hacía visible en sus ropajes, sobre todo en las piernas, donde las gomas dejaban ver el vello o en su defecto los calcetines subidos, blancos con sus dos líneas, rojas y azules.

En su lúgubre local, comprado por todos ellos hace unos años, les esperaban Andréu y Darío. Estos, en paro, decididos a desafiar al sueño, los límites del ser humano y su antiguo record registrado en 4 días y 18 horas disputaban uno de sus conocidos campeonatos.
La competición surgió a raíz de una conversación en la que Andreu exponía que el ser humano era capaz de soportar las mayores cargas físicas sin dificultad, si era capaz de mantener su mente firme y convencida de la ausencia del dolor. Darío por su parte había oído hablar de testimonios que aseguraban que una vez pasada la barrera de los dos días en pie, el cuerpo era incapaz de dormir entrando en un estado de bienestar total:
-...Eh mann es como si hubieras tomado coca o speed eternamente, hasta que finalmente, el cuerpo explota en un éxtasis inefable y te sobas.
-Tío, eso hay que probarlo, debe ser la polla.

Chapa había cambiado exponencialmente. Ahora ejercía dos papeles con rigurosa eficiencia: uno era el de trabajador humilde sin grandes aspiraciones, con lo que se ganó el respeto de sus superiores. Y otro era el de Chamán del grupo o como le llamabamos “el que parte la pana y el que la trae”. Hoy, después de trabajar, volvía para impartir una de sus clases de papiroflexia habituales, en las que añadiendo la pana, las figuras cobraban vida, volaban, hablaban…

No hay comentarios: